¿Por qué tenemos miedo a empezar un trayecto nuevo?… Algo se remueve dentro de nosotr@s, ¿miedo?, ¿ilusión?, ¿ansias de aventuras para alimentar el alma?
Es nuestra ansiedad por controlarlo todo. No nos permitimos dejar que las cosas pasen. Todo lo que sucede en nuestra vida debe ser procesado, etiquetado y embotellado en el tarro de las esencias que compone nuestro día a día. ¿Y la aventura de improvisar? ¿Te permites que suceda?
El VIAJE es la mejor manera de limpiar nuestra mente y refrescar la saturación de información que se convierte en ruido confuso. En nuestra rutina diaria nos vemos abocados casi a una neblina, a una bruma en la que hacemos las cosas de manera mecánica, muchas veces sin pararnos a pensar en nuestro auténtico objetivo: ser felices. Nos sentimos bien solucionando problemas, pero ¿realmente son problemas que hemos causado nosotr@s o depende de nosotr@s? La mayoría de las veces NO. Y eso hace que nuestro gozo sea momentáneo y fugaz.
En todo viaje debemos afrontar el principio del camino, lo más incierto, lo más duro… o no… porque puede ser liviano y apasionante… depende de nuestra ACTITUD. Podemos pensar, hacer cábalas, pero lo desconocido tiene un poder de atracción muy grande. No hace falta irse a lugares lejanos para hacer grandes descubrimientos. Muchas veces a nuestro alrededor descubrimos por azar realidades que ni sabíamos que estaban ahí. Y nuestra sorpresa nos llena por dentro de una manera abrumadora.
Despejemos las brumas de nuestro alrededor para poder disfrutar de la luz y el camino que tenemos justo delante de nosotros y a nuestro alrededor.
Texto de Pablo Ricart